22/12/12

En busca de un sueño, parte 1.

Todo empezó cuando tenía catorce o quince años (a día de hoy tengo treinta primaveras).



Un día con mi mejor amiga y hermana Gema Millanes, nos juntemos a modo de entretenimiento y con el típico “No eres capaz”. Empecemos a escribir una novela, bueno más bien empecemos el principio porque el reto era que la terminara ella.  Y la termino trescientas y pico folios.

El segundo reto era continuarla yo, como una segunda parte. La empecé y pude escribir cien páginas. Decidí comprarme un portátil para así pasarla al ordenador, pero para no parar de escribir, decidir dar de lado el bolígrafo y el papel y la continúe en el ordenador y empecé a pasar lo que ya tenía escrito. Nunca llegue a terminarla a pesar de esas cien páginas escritas.  Todo este proceso me llevo más de un año. Se me fastidio todo cuando tuve un problema con el ordenador y no sé cómo se me borro el archivo, de hecho el archivo lo sigo conservando creo que por nostalgia, pero esta vacio. Como si seleccionas todo lo que tienes escrito y lo borras.




Pasaron los años y con veinte muchos años, tras ver la película Crepúsculo decidí empezar una novela, pero cese en el intento, no paso de la segunda página.

Trataba de una muchacha que era mordida por un hombre lobo y tras unos días en coma se despertaba en una habitación de un hospital con una marca muy fea en el brazo, la madre llorando, el padre dando gracias a dios porque su hija había sobrevivido. Ella se acordaba de algunas cosas y a pesar de afirmar que  le había mordido un perro, sabía perfectamente que no era así, no podía decir que había conocido a un muchacho y que había sido él el que se transformo y la mordió…. Me pareció una burda imitación y lo deje. No me veía con la capacidad de escribir algo que no fuera plagio por lo que lo deje de lado. Otro fracaso en mi vida de escritora.



Pero a las pocas semanas después de pensarlo, me puse manos al ordenador y empecé la que ahora es mi primera novela, de título provisional  LUCHANDO.

Escribí mi primer capítulo unas diez páginas. Al principio no me lo tome enserio, más bien fue como un entretenimiento. Escribía un párrafo cada x meses, hasta que mi amiga, mi hermana después de no vernos en varios años, por circunstancias de la vida, nos volvimos a reencontrar a ochocientos kilómetros una de la otra gracias a facebook, yo en Formentera y ella en Granada, me dio la gran noticia de que por fin le habían publicado su primera novela “La Cara Oculta del Destino” y ahora está a punto de publicar su segunda novela. Y gracias a ella que me animo a continuar, pude terminarla...  (Continuara).

Os dejo la primera pagina de la novela para que asi me deis vuestra mas sincera opinion, tened en cuenta de que solo es una pagina.

 “LUCHANDO”
CAPITULO 1

Era una tarde nublada, escasa de luz y con amenaza de lluvia. Era el día perfecto para quedarme en casa bajo la manta de la mesa camilla, con un brasero que calentara los pies helados por el viento gélido que hacía que los arboles se agitaran como una madre mece a su bebé entre sus brazos para que deje de llorar. Un clima un tanto extraño para la zona en la que estaba, como si el cielo presintiera algo, pero tenía que ir al trabajo, un trabajo nada gratificante y escaso de pasión (yo no soñaba ser una gran actriz o cantante, me conformaba con tener los pies en la tierra. Quería un trabajo que me permitiera una bonita casa con jardín y perro. Como cuando era niña.) Pero necesitaba el dinero para pagar las facturas que se me habían cumulado por culpa de mi último novio, que encima de maltratarme sicológicamente me abandonó en medio de la autopista sin blanca. Y mientras intentaba buscar algún lugar donde  resguardarme y poder sobrevivir, mi ex se fue a Las Vegas, donde me dejó las tarjetas de crédito vacías, y ahora yo tenía que pagar todo ese desastre.

Apenas podía pagar las deudas, mis facturas actuales y mucho menos ahorrar. Pero por lo menos mi sueldo me daba para subsistir. Así que me puse una rebeca  la rebeca más gruesa que tenía para evitar coger frío. Con esta rebeca me veía como Mery, la viejecita que muchas veces me obsequiaba con pastel de carne, tarta de manzana, unas pastas para acompañar el té… Siempre con la escusa de que otro día más su nieto no había ido a acompañarla y no quería tirar la comida. “Las cosas están muy mal” repetía siempre.
Cogí también un paraguas por el tiempo que se avecinaba, y me puse en camino hacia el trabajo. Treinta minutos de caminata tenían sus ventajas. Se me estaba quedando un tipín que ni la mejor de las modelos tenían.

Trabajaba en una cafetería de carretera, Nany’s, la típica cafetería con una entrada polvorienta, un cartel del que no se iluminaban la mitad de las letras y un toldo a rayas blancas y rojas que más bien parecía que era amarillo y rosa, comido por el sol y roto por una esquina. Apenas entraban clientes, pues no era una carretera muy transitada. Era la típica cafetería que siempre sale en las películas de miedo donde la joven protagonista pide indicaciones y después las pasa realmente mal para poder salir de allí con vida.

 Pero esa mañana no fue una joven muchacha la que entró para pedir indicaciones, sino un joven poco convencional, apuesto, limpio y muy bien vestido. Comparándolo con los jóvenes del lugar, éstos no tenían nada que hacer. Seguro que les ganaba en un concurso de fuerza o de belleza… lo tenía todo, era el hombre perfecto. Se había extraviado y sólo entró para pedir indicaciones de cómo salir de aquella ciudad. Él apenas se percató de mi presencia, pero a mí sí que me dejó huella. Era el joven mas apuesto que había visto nunca. El jefe de cocina, con su gorro de rejilla y un cigarro con la ceniza amenazando con caerse en los huevos revueltos de otro cliente, le indicó el camino que debía seguir. El joven se lo agradeció con una generosa propina, “por las molestias” – comentó el joven. Y se fue sin mediar palabra conmigo.

El día transcurrió sin más novedad. Matt, el jefe de policía, con su tarta de mora de todos los días. Las tortitas de Sara, la niña pequeña de Megan, la carnicera del pueblo. Mery, para decirme que una vez más su nieto la había dejado esperando y que como había hecho un estofado de carne lo quería compartir conmigo. Para no comer sola.

Era una abuelita adorable a quien quería como si fuera mi propia abuela, y como no tenía casi para comer y Mery se encontraba muy sola, nos hacíamos compañía mutuamente.




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